En el libro de Éxodo capítulo 3-4:17 encontramos el llamado que Dios hizo al gran líder judío Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto y como este, en su conversación con Dios, se excusó una y otra vez en aceptar su llamado por sentirse totalmente incapacitado a hacerlo. Pero, ¿quién fue Moisés?
Moisés fue el líder histórico más resaltante y representativo de Israel. Dios lo usó para liberarlo de la esclavitud de Egipto, llevarlo hasta la tierra prometida y darles sus leyes espirituales y civiles. Él fue un estadista y profeta que lideró su nación por 40 años.
Nació de padres judíos, pero una persecución hizo que su madre la ponga en una canasta para que la hija del Faraón la encontrase en el río y lo adopte como hijo. Fue criado en Egipto en toda su cultura, leyes y ciencias, fue un hombre altamente formado.
A los 40 años de edad comete un crimen en defensa de un judío y mata a un guardia egipcio que lo estaba golpeando. Huye de la ley y va al desierto de Madian, donde conoce a un hombre llamado Jetro y se casa con su hija. Queda 40 años trabajando para su suegro como pastor de ovejas.
A la edad de 80 años recibe el llamado de Dios para liberar a su pueblo (Éxodo, capítulos tres al cuatro) y lo lidera 40 años en el desierto. Fallece a los 120 años viendo la tierra prometida, pero sin poder entrar en ella.
Su vida está dividida en tres períodos de 40 años. El primero como un príncipe autosuficiente que se creía alguien importante. El segundo como un simple y humilde pastor de ovejas empleado de su suegro en el desierto descubriendo que, en realidad, él no era nadie. Y el tercer período como líder de una nación que quita poderosamente a un pueblo de la esclavitud descubriendo lo que Dios podía hacer con un don nadie. El número cuarenta en la Biblia es símbolo de prueba y él vivió en tres períodos de prueba, en los que Dios lo usó y formó su carácter.
Cuando Dios llama a Moisés vemos la condición de su corazón, estaba humillado y golpeado en todo lo que él alguna vez confió y fundamentó sus fuerzas, que eran en su propia capacidad y fuerza. Él se excusó cuatro veces de su llamado. En el verso 3:11 del libro de Éxodo dice a Dios: “¿Quién soy yo?”. En el 4:1 argumenta: “No me creerán”. En el 4:10 dice: “No sé hablar”, y en el 4:13 alienta a Dios a que revea su decisión diciéndole: “Envía a otro”.
Vemos que en sus excusas creía que no iba a poder porque se vio afectado en su identidad (¿Quién soy yo?), en su mensaje (No me creerán) y en su capacidad (No sé hablar).
Dios suplió esas necesidades dándole, en el primero, “su presencia”; en el segundo, “su autoridad” (representado por una vara), y en el tercero “su palabra”, diciéndole Dios: “yo estaré en tu boca”.
Moisés en sí mismo no era nada. Dios en él era todo, Moisés lo único que necesitaba para asumir su llamado era una sola cosa: Confiar. (1 Corintios 15:10).
El error de Moisés fue fijarse en su capacidad cuando fue llamado. La mirada debe de estar en Dios, no en nosotros.
Dios, por lo general, escoge lo menos pensado o al que en menos la gente cree, o al de más baja autoestima, o al más débil y desechado para glorificarse en la persona escogida. 1 Corintios 1:26-31.
Lo que Dios quiere decirnos es que sin importar tu capacidad, cultura, autoestima o pasado, Él puede escogerte y usarte poderosamente si tan solo confías en Él.