Vemos en la Biblia un tipo de personas que Dios siempre escoge para usar. Se ve en toda la Escritura casi el mismo segmento de escogidos por Él.
Vemos que Dios escoge a un anciano y a una anciana estéril para traer al mundo un hijo y convertirlo en un patriarca y padre de naciones (Abraham y Sara).
Toma al menor de doce hermanos, que es vendido como esclavo y, desde la cárcel, estando en total desventaja, lo lleva a ser el segundo hombre más poderoso del mundo (José).
Elige a un pastor de ovejas tartamudo y dubitativo, de 80 años de edad, de los cuales la mitad pasó viviendo en el desierto, para liderar un pueblo y quitarlo de la esclavitud del Imperio más poderoso de su época, Egipto (Moisés).
Levanta como guerrero a un acobardado joven para liberar a su nación de la opresión de un pueblo enemigo (Gedeón).
Unge como rey a un humilde pastor que años antes venció a un gigante guerrero, siendo él un pequeño adolescente (David).
Escoge a Salomón como sucesor de ese rey para levantarlo como el hombre más sabio del mundo y darle un gobierno próspero y pacífico de 40 años, habiendo sido hijo de una relación que se inició adúlteramente entre su padre David y su madre Betsabe.
Mira a María, una joven soltera de unos 17 años de edad, pobre e indefensa, para ser la madre de su Hijo. Este nace en un establo, en la más absoluta pobreza, calentado su pequeño cuerpo entre animales de granja y visitado por simples pastores y campesinos.
Ese niño crece en la pobreza y opresión y se convierte en un líder que escoge entre sus más allegados colaboradores a ignorantes pescadores, rebeldes y publicanos para ser los responsables de perpetuar sus enseñanzas.
Sus seguidores, mayoritariamente, eran enfermos, pobres, endeudados, ignorantes y mujeres y hombres de mala reputación.
Muere después de tres años y medio de predicar entre esa gente, sin dejar nada escrito y sin ningún tipo de influencia en las esferas de poder, tanto religiosas, como políticas o económicas. Su muerte en la cruz fue la manera más vil e indigna en que alguien podría morir. La humillación fue total y la posibilidad de que surgiera de ese hombre un movimiento a nivel mundial y de forma permanente eran, humanamente, absolutamente imposibles.
Esa comunidad, luego de la muerte de su líder, volvió a predicar a los menos favorecidos y, aun habiendo sido brutalmente perseguidos, sobrevivieron y no solo eso sino que crecieron hasta llegar a los lugares más recónditos de la Tierra, y ese mismo Imperio que los hostigó, llegó a arrodillarse ante su mensaje.
El apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 1.25-29: «Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia».
Todo esto tiene un porqué. La primera razón es que el ser humano está imposibilitado de agradar a Dios por causa del pecado. La segunda es que nadie podrá jactarse ante Dios según su propia justicia y la tercera que, si Dios llama a los más desechados de este mundo, nos está diciendo con eso que está dispuesto a aceptar a cualquier tipo de persona, por despreciada que sea.
Si crees que Dios te llamó y escogió, no fue por tus grandes méritos o aptitudes, es sencillamente porque entrás, aunque no te veas así, en la lista elaborada por el apóstol Pablo.