En esta reingeniería mundial y social que se está llevando a cabo, tratando de destruir todos los órdenes sociales que siempre nos han gobernado, como la moral, la familia, los valores, etc., una de las armas de ataque que se utilizan es que la religión y que la fe en Dios entorpecen la evolución humana hacia niveles más elevados como especie. Alturas nunca logradas, las cuales serán beneficiosas para todos y traerán un estado de paz además del desarrollo humano, científico, tecnológico, etc.
Para la mayoría de los referentes (pensadores, políticos, sociólogos, periodistas, y hasta artistas y deportistas) aparentemente el «único» problema es el de la «fe».
Según ellos, esto (la creencia en algún dios) fue un recurso evolutivo que debe de ser desechado debido al nivel de conciencia que hemos logrado en cuanto a nuestra existencia y propósito. Ya no necesitamos de Dios; nosotros tenemos la capacidad de resolver nuestros propios problemas, tener nuestros propios valores y ética moral (no ajustada a un ente externo a nosotros) y lidiar con nuestros dramas existenciales. Aseguran que la fe fue causante de todas nuestras desgracias: muerte, guerras, extremismo, intolerancia, etc.
Por otro lado, las masas, como no acostumbran tener profundidad ni manejan criterios, son fácilmente manipulables por la maquinaria propagandista, que maneja el sistema mundial al antojo de sus intereses, son fácilmente persuasibles de que lo que la mayoría hace, o las personas más reconocidas crean, eso es lo correcto, sin ir un poco más allá.
Propusieron eliminar la religión, ya que, según ellos es la causa de todas las guerras. ¿Acaso no conocen las Cruzadas? ¿Las inquisiciones? ¿La guerra santa? Todo esto demuestra que la religión es el problema.
Pero si miramos tan solo el siglo pasado, veremos que en ese lapso murieron más personas en sus dos guerras mundiales que en toda la historia de la humanidad (y no fueron guerras religiosas). El comunismo ateo mató, en un lapso de 70 años, a millones de personas, sin haber librado guerras. El capitalismo rabioso ha generado hambrunas a millones matandolos de manera silenciosa, sin necesidad de disparar una sola bala. Las dictaduras, las luchas raciales, los millones de muertos diariamente como consecuencia de la delincuencia común, etc. Entontes, ¿no es la religión la única causante? No, la causante de todas estas cosas es una que no se va a solucionar con el nuevo orden mundial social y político que se está implantando (acuérdense que todas las anteriores llegaron como la gran solución al mundo y así les fue). El problema es «el oscuro corazón humano». El problema es la codicia. El problema es el pecado.
No, no se bloquee por favor, sigamos un poco más. Cito tres elocuentes pasajes de la Biblia y piénselos sin prejuicios: «¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios» (Stg 4.1,2). Y esta otra: «Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal; y algunas personas, en su intenso deseo por el dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas dolorosas» (1 Ti 6.10). Y este último: «Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios» (Ro 3.23).
El problema del hombre es el hombre mismo y su rebeldía hacia Dios, disfrazada de ideología, política, religión. El problema está en nosotros. Jesús nos dio una fórmula: «No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti». Así de sencillo, así de complicado.