Un cristiano debería ser una asombrosa semejanza de Cristo.
Si nosotros realmente fuéramos lo que profesamos ser, si realmente el Espíritu de Dios estuviera en nuestros corazones y si, en vez de que las iglesias estuvieran llenas de profesantes formales, estuviesen llenas de personas quebrantadas o rotas, todos seríamos semejantes a Cristo. Ya no se diría más de nosotros: «Parece que es cristiano» o: «¡¿Ese es un cristiano?!» (con sorpresa), sino que dirían: «Sí, realmente este está con Jesús». Es imposible no darnos cuenta cuando una persona habla desde su mente o desde su corazón. Sus palabras y sus obras salen de su mismo corazón, no hay duda. Este es admirable.
El vivir como Cristo vivió es cumplir con sus mandamientos: «Si me amáis guardad mis mandamientos» (Juan 14.15 o 1 Juan 2.3-6).
Estamos llamados a reflejar lo máximo que seaposible, la imagen de Cristo en nosotros. Tal vez no será la perfección, pero tenemos que intentarlo. Así como un pintor que pinta un paisaje: nunca va a ser la misma cosa, pero de todos modos, una vez terminada la obra, la pintura bien hecha se asemeja mucho al paisaje y es gloriosa.
También el cristiano debe de asemejarse a Cristo en su valentía u osadía. Jesucristo nunca aduló a los malos, nunca trató de acomodarse a ellos, se mantuvo dignamente derecho delante de los hombres.
Nunca se avergüencen de reconocer su fe. Si realmente son de Cristo, no lo harán. ¿Cómohabríamos de avergonzarnos ante los incrédulos de nuestra fe salvadora? ¿Nos vamos a avergonzar de Cristo y su obra ante este mundo que no se avergüenza de sus pecados? Jesús dijo en Lc 9.26: «Porque el que se avergonzare de mí y mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre y en la de los santos ángeles». Pablo dijo en Romanos 1.17: «No me avergüenzo del evangelio», y a su discípulo Timoteo en 2 Ti 1.8:»No te avergüences de dar testimonio». Cuando Pablo hablaba de avergonzarse, no hablaba de timidez sino de temor, porque sus vidas corrían peligro si predicaban de Cristo.
Jesús tenía valentía para hablar, pero también mucho amor. Muchos hablan duro y creen que por eso son valientes. Otros hablan gentilmente y creen que por eso son amorosos. La valentía y el amor son actitudes que salen de las convicciones más profundas, y su mezcla exacta solo la puede dar el Espíritu Santo.
La virtud que más recomendó Cristo a sus seguidores fue la bondad. Si hay algo que tiene que ser el cristiano, es ser bondadoso, compasivo, misericordioso. Cuando Cristo hablaba, lo hacía con autoridad. Sus represiones,muchas veces, eran rudas, pero se notaba que,detrás de ellas, había un profundo amor por la verdad y un quebrantamiento por que la persona que lo oyera, saliera de su error.
La otra virtud en la humildad. Su humildad radicaba en que era amigo de enfermos, mendigos y prostitutas y de publicanos, religiosos de influencia y ricos. Sí, porque el que solo anda con poderosos, discrimina al pobre, y el que solo anda con los pobres, suele discriminar a los que tienen más. Jesús fue humilde. Él anduvo con los que «políticamente no era correcto» que anduviese. Entre sus discípulos eran Mateo (publicano) y Simón (revolucionario), y entre sus amigos y seguidores estaban Maria Magdalena (ex prostituta) y Zaqueo (usurero y estafador). Entre los religiosos estaban José de Arimatea y Nicodemo. Pero no significa que tenía un doble discurso. A todos decía lo mismo, y los que decidieron quedarse con él, decidieron aceptar su mensaje.