Jesús dijo en Mateo 5.27-28: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón».
Estas palabras de Jesús se convierten en un escudo para nuestra salud marital. Él sabía que lo que se anida en la mente, tarde o temprano, terminará por concretarse, y va directo a la raíz del problema.
Bien podríamos ver en estas palabras una advertencia de Cristo, en medio de una sociedad altamente expuesta al libertinaje sexual.
¿Prestaste atención a la letra de la mayoría de las músicas reguetoneras y cachaqueras? Cuando entras en una gomería o a muchos talleres, ¿de qué esta empapelada la pared? ¿Ves los programas televisivos de entretenimiento? ¿Conoces algún chiste que no sea «verde»? ¿Sabes de algún grupo de WhatsApp donde no se comparta contenido erótico? ¿Ves las imágenes de modelos (muchas de ellas púberes) en los carteles de las calles, revistas, diarios y tv? ¿No te parece que ponen cara de «come-hombres»? ¿En qué consisten mayoritariamente los espectáculos en muchas discotecas, balnearios e incluso eventos privados?¿Cómo son las despedidas de solteros/as? ¿Viste las fotos de muchas jóvenes en sus perfiles de las redes sociales? ¿Te diste cuenta de las ropas que están de moda? Es así que tenemos música, publicidad, entretenimiento, grupos en redes sociales, periódicos, conversaciones cotidianas, moda, etc., que giran, en casi un 100%, en torno a la trivialización y vulgarización del sexo y la cosificación de la mujer como un objeto sexual. Entonces, ¿qué te extraña que existan tantos casos de abusos a mujeres y menores? Creo que esta es una sociedad pornoadicta.
Algunos han cuestionado que se quiera relacionar los abusos sexuales con este tipo de conducta, diciendo que la exposición de material sexual explícito constante, nada tiene que ver con este tipo de perversiones. Sin embargo, hay muchos datos que dicen lo contrario.
Es que la pornografía es una droga que requiere de dosis cada vez más fuertes hasta, literalmente, alterar nuestras funciones cerebrales; reacondiciona nuestro cerebro, crea adicción, altera la visión sobre el sexo, cosifica el cuerpo humano, daña y esclaviza a la voluntad casi de una manera irreversible y transforma sociedades. La pornografía es violenta y degradatoria, que desvirtualiza el sexo y lo hace totalmente desviado. Negar esto es desechar montañas de evidencias científicas, psicológicas y sociales.
El presidente de «Moralidad en los Medios» Robert Peters en su conferencia «Los costos sociales de la pornografía» afirma que, entre el cigarrillo, el alcohol y la pornografía, esta última es la adicción más difícil de dejar. Dice además que, «dado que la pornografía se produce mayoritariamente para hombres y que cuando estos se vuelven adictos buscan cosas «más duras, explícitas, desviadas», las actrices porno son pagadas «para que den la impresión de disfrutar la degradación y la violencia, cuando la realidad es muy distinta. Algunas consumen drogas para paliar el dolor o adormecer su sensibilidad».
Según la Fundación Josh McDowell, más del 70% de las familias reportan problemas en esa área, y la exposición a ella incrementa en 300% la posibilidad de infidelidad conyugal, que acarrea roturas de familias, enfermedades sexuales y adicciones dañinas.
Todos los que se complacen o participan de algunas de estas actividades colaboran con el sistema, pero el problema es que ningún copo de nieve se siente responsable de una avalancha.