La sociedad actual está llena de miedos. No solo nosinvaden los miedos personales sino también lossociales. Miedo a ser asaltados, a enfermarse, a la muerte de alguien que se ama, a la propia muerte, a sufrir. Miedo a guerras nucleares, a crisis económicas regionales o mundiales, al terrorismo, a desastres naturales como terremotos, meteoritos, tsunamis o apestes de connotaciones globales conocidas como pandemias.
Cada tanto aparecen virus que amenazan con la salud mundial y, muchas de ellas, por misericordia de Dios, no han sido más graves de lo que parecían. En la década de los 80 fue el SIDA y, más recientemente, el H1N1, la gripe aviar y en este mismo momento, elébola.
Según el informe del Día de la Salud Mental, dentro de la «Semana del Cerebro», la venta de ansiolíticos y antidepresivos está en aumento. Sedentarismo, estrés, depresión, fobias y demás desórdenes son la constante en esta sociedad posmoderna,hiperconectada tecnológicamente, materialista y vacía.
Ni en la educación, ni en el crecimiento económico, ni en el orden civil están las soluciones, pues si así fuera,los países nórdicos, que son los más avanzados en todas esas áreas, carecerían de estos problemas. Sin embargo, también son afectados por altos índices de depresión y suicidios (un mal social del que,evidentemente, ninguna nación –desarrollada o sub desarrollada– se salva).
La sociedad a nivel mundial, más que nunca, estásufriendo cambios. Los valores han sido totalmente trastocados, el relativismo tiene tentáculos en todas las áreas y la verdadera espiritualidad y fe está siendo reemplazada por un falso racionalismo y una falsa espiritualidad sincretista, que lo único que consigue es aumentar, aun más, el vacío existente en los miembros de esta sociedad.
Los cristianos que temen seriamente a este tipo de cosas, tienen problemas como: falta de fe; el enfocarse demasiado en esta vida terrenal (Col 3.2);amar demasiado su propia vida (Jesús, advirtió sobre esto diciendo que el que ama su vida, la perderá Jn.12.25); tener un enfoque incorrecto (depositar todas nuestras esperanzas y buscar plenitud en este mundo caído y en esta vida incierta); poca o ninguna espiritualidad, por lo tanto, esclavitud emocional (Hebreos 2.15); tener una cosmovisión bíblica incorrecta o conceptos incorrectos sobre la soberanía de Dios, sus planes perfectos, su amor y cuidado hacia sus hijos. Mucha de la predicación actual apunta más al goce en esta vida que a la esperanza de una vida venidera.
Las señales antes del fin, que nos señala la Biblia, nos hablan de estas cosas. Nosotros tenemos que aprender a descansar en el Señor. Los que se mantienen en oración y buscando la santidad, estarán en paz. Cuando empezamos, como Pedro, a enfocarnos en el viento y las olas, nos hundimos; pero cuando miramos a Cristo, somos rescatados y permanecemos de pie en medio de la tormenta (Mt14.22-33).
A nosotros nos toca esperar con fe nuestra bendita esperanza y santificarnos, predicar y estar atentos como las vírgenes que tenían las lámparas llenas de aceite (Mt 25.1-13).
Aquel que cree que tiene mucho que perder en esta vida, y no tiene mucha expectativa por la eternidad, es el que vivirá afanado y preocupado. Pero el que descansa en las promesas del Señor, vivirá en paz.
Dios no tiene problemas con el sufrimiento. De hecho,es uno de sus métodos para humillar al hombre. Dios tiene problemas con el pecado. Tenemos que tener miedo de pecar, no de sufrir. Dios tiene el control de todo; Él no permitirá ninguna prueba más allá de nuestras fuerzas. Su soberanía actuará a favor de su pueblo y todo será para bien de los que le aman.