Hoy, como cada último domingo de abril, se recuerda el Día de la Familia. Aunque la familia es la institución más básica del ser humano en la que encuentra contención, amor, identidad y seguridad, y aunque este vínculo es mundial, fundamental, medular y natural en todas las culturas, no todos piensan que es algo bueno y se oponen a ella. Lo más peligroso es que son personas de influencia, considerados pensadores, y responden a ideologías que explican por qué debe acabar la familia tradicional compuesta por padre, madre e hijos.
La misma ONU estableció en 1987 que: “La familia debe ser definida como nuclear, comprende las personas que forman un hogar privado, tales como los esposos o un padre o madre con un hijo no casado o en adopción. Puede estar formada por una pareja casada o no casada, con uno o más hijos no casados, o también estar formada por uno de los padres con un hijo no casado”.
Estoy de acuerdo en que todos estos vínculos son familia. Incluso, podemos agregar más: parejas divorciadas con hijos y vueltos a casar en segundas nupcias, con otros hijos.
Esta es una realidad cada vez más creciente, lastimosamente; y lo digo así porque aunque se valore el esfuerzo de llevar adelante este tipo de familias, esa disfuncionalidad no es la ideal. Generalmente se da a causa de un error cometido por uno o ambos cónyuges, o por alguien más. El ambiente más sano emocionalmente para una persona o un niño es en el matrimonio natural entre un hombre y una mujer, unidos en amor, fidelidad y respeto, donde haya una disciplina y orden, cada quien cumpliendo su rol de respeto, amor y tolerancia. Ese es un formato bíblico y, creo yo, bastante sano y razonable.
Aunque no todas las familias funcionan con este ideal, el recuerdo nos mantiene con un parámetro o ejemplo a seguir. No creo que haya un padre o madre que, habiendo experimentado un divorcio, la paternidad o la maternidad fuera del matrimonio, desee que sus hijos pasen por lo mismo. Deseamos para nosotros y los que amamos una familia sólida, fiel, amorosa y unida. Es por eso que recordamos este día como un ideal a seguir como sociedad.
Volviendo al punto de que no todos están de acuerdo con este núcleo, quisiera citar las palabras de Kate Miller en su manifiesto feminista de 1970 “Normas sexuales”, que dice: “Las familias compuestas por padre, madre e hijos deberían de desaparecer, lo mismo que todas las estructuras patriarcales, porque no son más que instrumentos de opresión y esclavización de las mujeres”. Y, por supuesto, el blanco de casi todos sus ataques es el cristianismo.
Desde esa década hasta hoy, poco ha cambiado el criterio de esos sectores. Esta misma semana se reunieron en Asunción más de doscientos integrantes de organizaciones sociales, en su compromiso por luchar por la igualdad de género y los derechos humanos ante lo que ellos denominaron “ataques” de instituciones religiosas. Según una de las disertantes del Instituto para la Democracia: “Esto de la familia, ese es un punto que solamente con eso ya nos quieren destruir.
Y, ¿por qué? Porque la familia es, de hecho, tanto para la religión como para el sistema capitalista, el lugar donde se sostiene… La familia es un punto fundamental para mantener la idea de equilibrio y sustento para este sistema… y nosotras, las feministas, los grupos LGTBI, las trabajadoras sexuales, todas pusimos para el mundo lo que se esconde en ese concepto de familia como un espacio de privacidad… Nunca fue una privacidad, siempre fue una privación; por ejemplo, para las mujeres, para los trans, para los homosexuales, para las mujeres lésbicas”, entre otras cosas (Radio Ñandutí, Actualidades 29/04/19)