Hebreos 13.4: «Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio».
No se puede edificar un matrimonio feliz o pleno en la infidelidad.
La infidelidad, dice la Biblia, es uno de los pecados más destructivos, porque deshonra, humilla, degrada y afecta gravemente la naturaleza moral del ser humano. Afecta los sentimientos, las emociones y el espíritu. Su consecuencia no queda en la pareja sino que afecta a los hijos y termina destruyendo una de las pocas cosas que realmente valen la pena en esta vida, que es la familia.
La familia es el fundamento de cualquier sociedad y una familia enferma es como una célula cancerígena que, al seguir expandiéndose, mata al cuerpo. Así también, cuando una familia es destruida, parte de la sociedad también muere. Cuando muchas familias están destruidas, la sociedad se destruye.
La infidelidad, dice la Biblia, destruye todo lo que vale la pena en un matrimonio, como el gozo, la lealtad, la confianza, el apoyo, la seguridad, la satisfacción, la paz, la tranquilidad y el respeto.
En el mismo momento en que la infidelidad entra en el corazón de la pareja y se concreta, tienen que prepararse para ver destruido todo a su alrededor y empezar un camino descendente hacia el vacío, el dolor, la frustración, la maldición y aun la muerte. La Biblia dice que la paga del pecado es la muerte (Ro 3.23).
¿Qué dice la Biblia que es el adulterio? Dice que es una «maldad» que «entontece» y corrompe el alma (Pr 6.32). El adulterio tiene una extraña capacidad de lograr que gente muy inteligente haga cosas muy tontas. Trae maldiciones, y su onda expansiva daña a muchos. Hace que gente que amamos, sufra por nuestro error. Aunque se presenta como atractivo e interesante, su fin es amargo como la hiel.
La fidelidad es una decisión de amor. Es un compromiso. Es una actitud del corazón. Es una renuncia al egoísmo, a favor de los que amamos.
Esa área de nuestra vida habla mucho de quiénes somos realmente y cuáles son las prioridades de nuestra vida. El hombre o la mujer que no pelee con todas sus fuerzas por su familia, no tiene autoridad para pelear por nada más en este mundo.
¿Cómo mantener un matrimonio fuerte? Concéntrense en el corazón de la persona, más que en su apariencia. Su vida interna es más importante que su apariencia. En Pr 31.30 dice: «Engañosa es la gracia y vana la belleza, pero la mujer que teme al Señor, esa será alabada».
Concéntrense en quién verdaderamente es su cónyuge, y no en una persona ideal. No idealicen a su pareja, más bien busquen conocerse y aceptarse, tratando de aportar lo mejor el uno al otro.
Busquen fundamentar sus vidas en obediencia a la Palabra de Dios. Los matrimonios no fracasan, a menos que una de las partes, o ambas, desobedezcan abiertamente las claras enseñanzas de la Biblia.
Busquen amar a su pareja, no en su compatibilidad. No importa que sean muy distintos, de todos modos de eso se trata. Traten de amarse por lo que son, no por lo que ustedes pretendan que sea su pareja. La Biblia no habla de condicionamientos de compatibilidades para amar, sencillamente ordena al esposo a hacerlo en Efesios 5.25 y a la esposa en Tito 2.4.
Busquen personas maduras, espirituales y de buen testimonio para sus consejeros y apártense de personas altamente contaminantes. Si un amigo te insta a traicionarle a tu cónyuge, no es tu amigo.
Sean transparentes entre ustedes. El primer matrimonio, Adán y Eva, estaban desnudos. Esto habla de transparencia. Hasta que entró el pecado, y ya tenían que esconderse y andar cubiertos.