Dios nos dijo la forma en que tenemos que amarle: “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas…” (Mc 12.30).
“Con toda tu mente…”. Dios no es un Dios irracional. La Biblia nos habla de Él y nos dice que Él es un Dios que se da a conocer a nuestra mente e intelecto y que creó las cosas que se pueden ver, el universo, y todo lo que en él hay, con orden. Albert Einstein dijo: “Lo único incomprensible del universo es que es comprensible”. O sea, el científico estaba impresionado de que el universo tenga leyes y un orden perfecto. Dios revela su gloria a través de su creación (Sal 19.1) y revela su voluntad a través de las Escrituras (Juan 5.39).
Contrario a lo que dicen los detractores de la fe, Dios no está en contra del pensamiento, la sabiduría ni la ciencia humana; es más, la Biblia alienta a buscar sabiduría y comprender la ciencia (Pr 1.20-22). Lo que la Biblia condena es la “falsamente llamada ciencia”, y se refiere a pensamientos o filosofías que, jactándose de científicas, son meras especulaciones y palabrerías sin pruebas, que pretenden quitar a Dios y su revelación del medio.
Tenemos que pensar y amar a Dios con nuestro entendimiento, no solo con nuestras emociones, porque eso glorifica a Dios. Dios nos dio una doble revelación racional de sí mismo. La ciencia es una investigación para tratar de entender y sistematizar lo que Dios creó. La teología es una investigación de entender y sistematizar lo que Dios reveló. Todo esto con la ayuda del Espíritu Santo, que nos enseña todas las cosas.
Un estudiante de las Escrituras debe ser humilde, verse a sí mismo como pobre espiritualmente, orar y pedir al Espíritu Santo que nos revele lo que Dios quiere decirnos en cuanto a su voluntad escrita en la Biblia.
La sabiduría humana alimenta la naturaleza carnal y nos hace orgullosos, pero un verdadero estudiante de las Escrituras se tendría que ir haciendo cada vez más humilde, pues puede ver su poquedad y limitación ante un Dios tan grande, puede ver su pecado y la gracia de Dios sobre su vida, y sí también sentir compasión por el que está en su misma condición de pecador.
El conocer a Dios en nuestra mente enriquece nuestra vida interior, nos da seguridad y nos hace hacer algo fundamental en todo cristiano: hace que alabemos a Dios. No podemos alabar lo que no conocemos. Si alabamos a lo que no conocemos, posiblemente, estemos cayendo en idolatría y no en adoración. ¿Por qué digo esto? Porque adoramos al verdadero Dios cuando conocemos al verdadero Dios a través de su Palabra. Si adoramos algo que no está de acuerdo con la Palabra de Dios, es un dios inventado por nuestra mente; es lo que nos imaginamos, por lo tanto, es idolatría y esa adoración no va al verdadero Dios.
Los paganos eran así. Los griegos adoraban a tantos dioses que dejaban un nicho vacío en su templo, por si hubiera algún Dios no conocido del que ellos no supieran. Temían que se enojara por no adorarle, entonces dejaban un nicho vacío en honor a ese Dios no conocido. Esta historia está en el libro de Hechos 17. Para alabar correctamente a Dios, primero tenemos que conocerlo, y le conocemos por la Palabra de Dios, leyéndola y usando nuestra mente.
La mente también debe de ser usada para la fe. No hay contraste entre la fe y la razón, para la Biblia no son antagónicas. Sí son antagónicas la fe y la vista. La Biblia dice que andamos por fe, no por vista, pero no dice que andamos por fe sin la razón. La fe cristiana no es una fe crédula (creer por creer) sino que tiene un fundamento razonable sobre el cual descansar.