Por lo general, para una persona que no conoce a Dios y no cree en la Biblia, el vivir obedeciéndola y sujetos a ella en cuanto a nuestro estilo de vida y moral, lejos de parecerles una libertad, les parece una esclavitud, ya que no podrán, supuestamente, “hacer lo que quieren”. Con esa expresión lo que están diciendo es que no podrán vivir una vida, muchas veces, libertina y con excesos.
La Biblia nos enseña todo lo contrario: el vivir una vida ordenada y alineada a los mandamientos dados por Cristo es vivir una vida libre, trascendente e intensa. Pero, ¿cuál es la verdad?
Cuando Jesús se encontró con Pilato antes de ser crucificado, este le preguntó a Cristo: “¿Qué es la verdad?”(Jn 18.38). Esta ha sido, tal vez, una de las preguntas más planteadas por el hombre.
Filosóficamente, no existe una sola definición. Es una palabra que abarca mucho y se plantean cuestiones como: es objetiva o subjetiva, es relativa o es absoluta, está en nosotros o proviene de fuera de nosotros, qué criterios usaremos para definirla, etc. Podemos tomar la línea griega o hebrea para definirla. La griega es la que leímos, y como Jesús vivió en un contexto y cultura hebreos, quiero referirme al concepto de ella.
En el hebreo, el término “emuná” significa primariamente: “confianza”, “fidelidad”. Para los hebreos, las cosas son verdaderas cuando son “fiables”, fieles, porque cumplen lo que ofrecen. Es por eso que para la cultura hebrea, Dios era la verdad, por ser confiable y justo (la justicia no puede estar separada de la verdad para los hebreos). Es por eso que en el Antiguo Testamento Dios aparece como un Padre para el pueblo de Israel, pues solo la figura de padre podría representar la imagen más cercana de una persona que puede ser justa y confiable a la vez.
¿Qué dice la Biblia acerca de la verdad y la libertad? El libro de Salmos 119.160 dice: “La suma de tu palabra es Verdad”. En Jn 1.1 (paréntesis mío) dice quién es Cristo: “En el principio era el Verbo (La Palabra) y el verbo era con Dios y el verbo era Dios”. Lo que quiso decir Juan es que Cristo era la Palabra de Dios encarnada y como la “suma de toda la Palabra de Dios es verdad”, Cristo era la verdad. No que tenía la verdad, sino que lo era. En Juan 14.6 Jesús lo dice claramente: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.
En cuanto a qué es la verdad, muchos actúan como Pilatos: hacen la pregunta pero se retiran antes de que sea contestada (Jn 18.37, 38). En esa actitud se refleja el verdadero desinterés de saber quién es realmente Cristo. Muchos hacen esa pregunta más por curiosidad que por saber realmente de qué se trata.
Para descubrir dónde y cómo la Biblia es la verdad y la libertad, debemos acudir a la fuente de todo, que son las palabras de Jesucristo. En Juan 8 Jesús estaba con los fariseos, quienes querían desacreditar sus enseñanzas. Muchos oían estas discusiones y empezaron a creer, aunque sea poco a poco –eso dice Juan 8.30–, pero aún no estaban muy convencidos. Su fe no era suficiente ni como para ser libres de pecado ni como para salvarlos.
Vemos en Juan 8.37 que esas personas, en vez de aceptar lo que Jesús les decía, levantaron un muro de justificativos egoístas. Hoy en día es así. La gente, casi como un reflejo muscular, reacciona en contra de todo aquello que hable de la Palabra de Dios y levanta argumentos en contra de ella, aun siendo conscientes de sus miserias. La mayoría de las personas están atadas por los vicios, sus familias están destruidas, pero aun así, totalmente poseídos por la necedad, siguen siendo rebeldes a Dios. Hasta que no suelten ese prejuicio, no podrán entender lo que significa realmente la libertad espiritual y la salvación.