“Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11.6).
No se debe orar sin fe. Hacerlo así deshonra al Señor, pues es incredulidad a su poder y a su método. Sin fe es imposible agradar a Dios.
La incredulidad te hace creer que orar es improductivo, que es una pérdida de tiempo, que no tiene mucho sentido. Pone constantes distracciones y planta desánimo solo para que no podamos llevar a cabo la oración y ver los resultados.
Cada vez que te dispongas a orar, algo va a surgir. Desde distracciones y problemas, hasta desánimo o apatía.
Fe significa confiar en Dios y en lo que Él dice. Cuando no oramos estamos trabajando con nuestras propias fuerzas, las cuales siempre son insuficientes. No orar significa creer que podemos solos y no necesitamos de Dios. Todo esto traerá consecuencias a nuestras vidas.
Aunque creas que todo está yendo bien y que tus decisiones sin Dios han sido acertadas, vas a ver, si eres un creyente verdadero, que no te sirvieron para nada en cuanto a tu crecimiento, propósito y relación con Dios.
La Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios, fe es creer a Dios y creer a Dios es creer su Palabra y sus mandamientos, y Él da mucho énfasis a orar, a estar en su presencia, a buscar su rostro, a conocerlo y entenderlo. Si no lo hacemos, no estamos creyendo que sus métodos sean mejores que los nuestros. Debemos buscar el direccionamiento de Dios aun en las cosas más obvias de nuestras vidas. Debemos orar por nuestro matrimonio, familia, trabajo, pero también por las personas que entrarán a nuestra casa, a quién le pediremos consejos, con quiénes vamos a relacionarnos, qué tipo de amistades tendremos, cómo nos divertiremos, por el trabajo que necesito, el colegio donde entrarán mis hijos, por sus amigos y propósitos. Cómo ganaremos nuestro dinero, en qué usaremos el fruto de nuestro esfuerzo. Todo debe ser consultado con el Señor, y para ello necesitamos una vida de oración, de dependencia, una vida desacelerada, desafanada, enfocada y atenta a lo que Dios quiere que hagamos a cada paso.
Tenemos que orar en nuestras casas, tenemos que orar en nuestras iglesias, tenemos que orar en nuestro trabajo, tenemos que orar en nuestras vacaciones, tenemos que orar mientras viajamos, tenemos que orar por la gente, tenemos que orar por nuestras vidas, nunca confiar en nuestras fuerzas. David decía: “¿De dónde vendrá mi socorro?, mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121.1). Él entendía de dónde vienen todas las provisiones y socorros.
La vida cristiana es espiritual y solo hay una manera de vivirla: espiritualmente.
Tenemos un problema, y tenemos que retirarnos a orar. Surgió una discusión, nos retiramos a orar. Nos vino una mala noticia, nos entregamos al Señor. Nos vino una buena noticia, alabamos a Dios. Estamos felices, glorificamos a Dios.
George Muller fue un hombre piadoso que tenía un orfanato para niños desamparados. Vivió en un tiempo donde la sociedad europea estaba desapegándose de Dios y el escepticismo crecía. Ya nadie confiaba en la oración, y él decidió fundamentar su vida y ministerio en la oración. Nunca pediría nada, siempre que tuviera alguna necesidad para el orfanato buscaría en oración la provisión y que Dios de manera sobrenatural lo proveyera. Decidió que toda su vida sería fruto de la oración para que la gente volviese a creer, así llenaría de testimonios de oraciones contestadas su vida entera, y así lo hizo. Su testimonio de vida es el de una persona que logró todo lo que se propuso de una manera tal que la gente decía: Solo Dios lo pudo haber hecho.