En Juan 4-5.15, encontramos el relato del encuentro de Jesús con una samaritana, al costado de un pozo de agua. La conversación arranca cuando Jesús pide a la mujer agua para beber y esta, sorprendida, le pregunta por qué habla con ella, siendo que judíos y samaritanos no se trataban. Jesús le dijo que, si ella bebía del agua de vida que él tenía, no volvería a tener sed jamás. Ella le pidió de esa agua, así no tendría que venir día tras día a quitar agua del pozo.
El agua representa lo vital para la vida. Jesús hablaba de un agua espiritual. Así como había dicho al diablo, que “no solo de pan viviría el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4.4), Jesús decía a la samaritana que si tomase el agua que él le daría, no tendría sed jamás. Hablaba también de lo espiritual. Con esto, Jesús nos muestra que el alimento físico –no solo el pan y el agua, sino todos aquellos que puedan dar satisfacción a la naturaleza humana, como el placer, los bienes materiales, la popularidad o el poder– es un “alimento” que nos llena momentáneamente, pero que poco después desaparece. Es por eso que no nos debe extrañar que cuando una persona rica, famosa, poderosa, amada o llena de todo lo que carnalmente desearíamos se deprime o suicida, o va a las drogas o a los excesos, es porque el ser humano tiene un área espiritual con forma de Dios que solo Dios puede llenar.
Somos los únicos seres vivos que vamos más allá de lo visto y lo instintivo. Somos los únicos que nos preguntamos cuál es el sentido de la vida y el propósito de nuestra existencia. Somos los únicos para los que el pan y el agua físicos no son suficientes para que nuestra vida sea plena.
El profeta Jeremías, en el libro de Jeremías 2.13, dijo de parte de Dios:
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”.
Acá el Señor se compara con fuentes de agua viva. En el contexto, representan dioses falsos, tras los cuales fue Israel; pero esos dioses representan también todos aquellos recursos carnales, que no son de Dios, para satisfacer nuestro vacío interior: diversión, dinero, fuerza o poder humano, placer, poder, etc.
El agua en la Biblia es algo de alto precio, pues era escasa en esas tierras, y representa lo esencial, lo vital, lo fundamental, vida, refrigerio, crecimiento y fruto. Era tan preciada el agua que, en Juan 4.10, Jesús la llama “don de Dios”.
El Salmo 1.3 dice:
“Será como árbol junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y todo lo que hace prosperará”; el 23.2:
“Junto a aguas de reposo me pastoreará”; en el 65.9:
“Visitas la tierra y la riegas; en gran manera la enriqueces, lleno de aguas…”.
La Biblia termina con el libro de Apocalipsis, es el libro que habla del futuro. Y dice en Ap 22.17:
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed venga: y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”.
Esto es porque el agua de vida es la salvación en Cristo, Cristo mismo.
Volviendo a la historia de Jesús con la mujer samaritana, vemos en el verso 15 cuando la mujer pide a Jesús esa agua espiritual. En el verso 16, Jesús hace un cambio brusco de tema. Le pregunta por su esposo. Ella ya había tenido cinco, y el actual no era su marido. Dios conoce todas las cosas y sabía que ella era desordenada en su área moral. Dios quiere que ordenemos nuestras vidas con arrepentimiento para acercarnos a Él y beber de esa agua que llenará nuestro vacío interior.