Luego de que Dios hizo los cielos y la tierra, creó al hombre y a la mujer y les puso en el jardín del Edén, dándoles instrucciones y trabajo (Genesis 1 y 2). Eva fue tentada por la serpiente a comer del fruto prohibido y cayó en tentación. Luego, ella fue y logró convencer a su marido de que haga lo mismo (Gn 3.1-6).
Dios los había puesto en medio de un huerto y les indicó que podían comer de todo árbol, todo lo que quisieran, pero menos de uno, el del «conocimiento del bien y del mal» porque el día que de él comiesen, morirían (Gn 2.15-17). La serpiente contradijo a Dios diciendo que, en realidad, no morirían sino que serían como Dios conociendo todo (Gn 3.4, 5).
El planteamiento de Satanás fue sencillo: ¿Por qué pudiendo ser como Dios te conformás con ser un simple ser humano?, ¿no te das cuenta que podrías ser mucho más de lo que eres?, ¿para qué vivir bajo la autoridad de Dios siendo que tú puedes ser autoridad para ti misma?, ¿acaso Dios no quiere que conozcan el bien y el mal?, ¿acaso teme que descubran algo que a Él no le conviene? Si tanto les ama, ¿por qué les prohíbe hacer cosas?, ¿acaso Dios no es un Dios de libertad? Y así plantando la duda sobre la bondad y el amor de su Creador en ella.
El punto acá es que Eva cayó y luego dio a su marido (Gn 3.6) e inmediatamente vinieron las consecuencias: tuvieron vergüenza de su desnudez, se sintieron expuestos, avergonzados, sin cobertura, solos, se escondieron y tuvieron miedo.
Vemos que una vez que descubren su desnudez (que no significa que el cuerpo humano sea malo en sí mismo, o que sea algo que debe de dar vergüenza, sino que al pecar estamos expuestos y todos los seres humanos tenemos vergüenza a la exposición de nuestras limitaciones y errores o pecados. Eso es lo que simboliza esa desnudez), tejen con sus manos un delantal hecho con hojas de higuera para vestirse. Luego leemos que cuando Dios pregunta por ellos y qué hicieron, lejos de aceptar cada uno su propia responsabilidad, se acusan el uno al otro. Adán responsabiliza a Dios y a Eva. La mujer, por su parte, se justificó diciendo: «La serpiente me engañó, y comí» (3.13 RV). Es así como nos comportamos, todos tienen la culpa menos nosotros.
Vemos cómo Dios ejerce juicio sobre este acto de desobediencia maldiciendo a la serpiente (verso 14) y a la tierra a causa de la desobediencia del hombre (verso 17) pero no maldice al hombre ni a la mujer porque tenía un plan de redención para ellos, aunque ninguno queda sin juicio.
En el versículo 21 nos dice que Dios hizo al hombre y a la mujer túnicas de pieles para vestirlos. ¿Para qué?, ¿acaso ya no estaban cubiertos con hojas de higueras? Lo que podemos ver acá es que el hombre no podrá hacer nada por sí mismo para cubrir sus pecados, está imposibilitado. Si va a venir alguna ayuda, será externa a él, será de afuera ya que él estaba muerto en sus delitos y pecados (Ef 2.1). Entonces Dios les quitó sus túnicas (lo que simboliza sus «obras» o todo aquello que el hombre hace creyendo que así se ganaría el favor de Dios, sin tener en cuenta su provisión que es Cristo para perdón de sus pecados) y los viste con pieles de animales, pero para que hubiera pieles se tenía que matar a alguien, la sangre de alguien tenía que ser derramada y ahí aparece proféticamente Cristo, un inocente muriendo para cubrir el pecado de los culpables. Vemos ya ahí el proceso de redención del hombre y es eso lo que recordamos esta Semana Santa. (Del libro «La Resurrección» del Pr. Emilio Agüero Esgaib).