El Salmo 119.1-2 nos dice: «¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del Señor! ¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan!». Acá nos dice que hace «bienaventurados» o «muy dichosos» a los que meditan en su ley y testimonios.
Aparte de bienaventurado, también nos dice que nos da la capacidad de prosperar (crecer, proyectarse, ampliar la visión, entender, poseer herramientas para enfrentar la vida): «Sino que en la Ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará» (Salmo 1.2-3).
Además de ser bienaventurados y prosperar, hay una promesa de bendición a los que estudian y meditan en su Palabra: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien» (Josué 1.8).
El estudio de la Palabra de Dios limpia nuestros caminos: «¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra» (Salmo 119.9).
Y no solo nuestros caminos sino que literalmente a nosotros mismos. Jesús dijo en Juan 15.3 a sus discípulos: «Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado». Las enseñanzas de Cristo limpiaron la vida y transformaron la mente de sus humildes seguidores.
Si conocemos la Palabra, conoceremos la Voluntad de Dios y en conocer esta Voluntad Divina hay una promesa: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho» (Juan 15.7).
Si queremos crecer espiritual, moral y emocionalmente, lo lograremos con la Palabra de Dios: «Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia entre los santificados» (Hechos 20.32).
El estudio de la Palabra nos afirma, nos aumenta la fe y nos capacita para salvar a otros, según el apóstol Pablo en el libro de Romanos 10.13-17.
Jesús dijo en Mateo 4.4 que la Palabra de Dios es alimento: «No solo de pan vivirá el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios». Al expresar esto estaba diciendo, literalmente, que así como necesitamos comer regularmente para no morir físicamente, la persona verdaderamente salva e hija de Dios necesita la Palabra de Dios diariamente como el pan para vivir. El pan es un alimento básico y universal, representa el alimento básico y elemental de cualquier hombre.
Otro alimento básico con el cual se compara a la Palabra de Dios es la leche. 1 Pedro 2.2: «Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que en ella crezcáis para salvación».
En el libro de Mateo 7.24 Jesús, hablando a la gente de su enseñanza, dice: «Cualquiera, pues, que oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca». Vemos que el Señor dice que el conocimiento de su Palabra nos hace prudentes y hace que edifiquemos nuestra vida, nuestro hogar sobre lo sólido, estable, perdurable.
Hoy en día hay un grave problema mundial con la inmoralidad, la depresión, el suicidio, con respecto a la falta de trascendencia y propósito de la vida. La Biblia también responde preguntas existenciales:¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué estoy aquí?
Es importante conocer y vivir la Palabra de Dios porque nos santifica (Juan 17.17) y sin este requisito nadie verá a Dios (Hebreos 12.14).
Y, en última instancia, porque la prueba de nuestra fe es la Biblia y, si queremos defenderla con propiedad, tenemos que conocerla.