«Pero ustedes, mis queridos hijos, pertenecen a Dios. Ya lograron la victoria sobre esas personas, porque el Espíritu que vive en ustedes es más poderoso que el espíritu que vive en el mundo. Esas personas pertenecen a este mundo, por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el mundo les presta atención.
En cambio, nosotros pertenecemos a Dios, y los que conocen a Dios nos prestan atención. Como ellos no pertenecen a Dios, no nos prestan atención. Así es como sabemos si alguien tiene el Espíritu de verdad o el espíritu de engaño» (1 de Juan 4.4-6).
Estas palabras son las del apóstol Juan a todos los cristianos esparcidos por el mundo. El contexto inmediato de estas palabras es una advertencia contra los falsos predicadores de Jesús. Estos falsos predicadores o falsos profetas se dedicaban a enseñar cosas contrarias a las Escrituras. Atacaban verdades fundamentales que enseñaban los apóstoles en sus cartas, que hoy conforman lo que conocemos como la Biblia.
Estas enseñanzas contradecían las Escrituras y las enseñanzas de los apóstoles, aun contradecían a Cristo mismo, por lo cual debían de ser rechazadas estas afirmaciones y también los que las hacían. Era tan grave esto que el apóstol Juan los cataloga de «anticristos», o sea, contrarios a Cristo.
También el apóstol nos está diciendo que no todos los que dicen hablar de Dios y de Cristo son realmente cristianos o por hablar de cosas espirituales son realmente de Dios, por más lindas o convincentes que sean sus palabras. El parámetro que usa el apóstol para no ser embaucados por nadie es la Palabra de Dios. La Biblia es nuestra máxima autoridad como creyentes, y todo lo que contradiga doctrinalmente a ella debe ser rechazado.
Si alguien cristiano o algún maestro, predicador, gurú o guía espiritual, y te dice: «Todos los caminos nos llevan a Dios», contradiciendo las palabras de Jesús que dijo en Juan 14.6: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí», debe ser rechazada esa falsa enseñanza.
Si alguien te dice que hay otros intermediarios para alcanzar la salvación de nuestras almas, está desechando el sacerdocio de Cristo expresado por el apóstol Pablo en 1 de Timoteo 2.5: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo».
Si alguien te dice que Jesús solo fue un gran maestro o un profeta, mas no es de Dios, la Biblia dice en Colosenses 1.15: «Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible…» y en 2.9: «Porque en Él (Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la deidad»; y otra vez: «…el Verbo (Cristo) era Dios» (Juan 1.1).
Si alguien te dice que Jesús se casó con María Magdalena y tuvieron siete hijos y murió de viejo en la India, no solo divaga, sino que miente y contradice lo enseñado por los evangelios: que Jesús vivió en Israel, predicó tres años y fue crucificado a los 33 años en Jerusalén, donde murió y luego resucitó para ir al cielo.
Si algún maestro espiritual te dice que la resurrección de Cristo es un mito, está engañado, nada sabe y está perdido. El fundamento mismo de la fe cristiana se basa en ello: «Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos…» (1 Corintios 15.17, 18-20).
Si dices ser cristiano, tendrás que tomar una decisión: o crees en cualquier cosa que se diga por ahí o en lo que dice la Biblia. Es así de sencillo.