La historia del nacimiento del hombre de mayor influencia en la humanidad está relatada en tan solo 28 versículos, de los 31.104 que contiene la Biblia,y en menos de 2 capítulos de los 1.189 que hay.
Sin embargo, un tercio de todo el Nuevo Testamento (NT) nos habla de su última semana de vida y de su muerte, y todo el Antiguo Testamento (AT) está enfocado simbólica y proféticamente en su muerte expiatoria por los pecados del mundo.
La Navidad es el nacimiento de Dios en la tierra, en un cuerpo humano limitado, y todo esto con un propósito que anuncia todo el AT y lo confirma el ángel en la anunciación del nacimiento del Cristo a María en Mateo 1.21: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvara a su pueblo de su pecado».
Dios había creado al ser humano en un estado de inocencia, pureza y libre albedrío. Ellos tendrían la voluntad de tomar sus propias decisiones. En la tentación en el Edén sucumben ante el engaño de Satanás y caen. Esta caída produjo un efecto en toda la raza humana, el pecado dominó toda la creación y, a través del pecado, la muerte física y espiritual afectó a toda la creación.
En el plan eterno de Dios no habría otra manera de restaurar la comunión con el ser humano, a menos que Él mismo interviniera, y lo hizo a través de la encarnación de Cristo en un cuerpo humano para vivir una vida perfecta, traer el mensaje de Dios al hombre y tener una muerte expiatoria en la Cruz del Calvario. Expiación es el acto por el cual se quita el pecado y la contaminación mediante un sacrificio.
No había otra opción. Si no fuera por esta intervención de Dios, el ser humano nunca podría ser salvo, la ruptura sería eterna y definitiva. En Efesios 2.1 nos dice que cada individuo que habita y habitó este planeta estaba y está literal y espiritualmente «muerto» en delitos y pecados. Un muerto nada puede hacer para lograr auto salvarse.
Con esto se demuestra que a Dios le costó más salvarnos a nosotros que crear todo el universo. Para crear el universo, habló y ordenó;para que el hombre sea salvo, tuvo que limitarse en un cuerpo humano, ser humillado, y morir (Filipenses 2.6-8).
El nacimiento de Jesús en la tierra nunca fue un plan «B» al cual Dios tuvo que recurrir a causa del pecado. Fue un hecho profetizado cientos y miles de años antes de que ocurriese. No fue un hecho fortuito o impulsivo, fue algo planeado desde antes de la fundación del mundo (Isaías 53.1-11).
La Biblia dice que Dios nos ama, a pesar de que no le amamos a Él: «El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros» (1 Juan 4.10).
Dios quiere que lo conozcamos a Él: «Para que busquen a Dios, y quizás, como a tientas, puedan encontrarlo, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros» (Hechos 17.27).
Jesucristo vino al mundo para hacer lo que no podíamos hacer nosotros mismos.
«Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3.16).
Él vino al mundo para llevarnos al Padre: «Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre» (Juan 14.6).
Él murió en nuestro lugar para pagar el castigo por nuestros pecados: «Porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios. Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida» (1 Pedro 3.18).
Él resucitó de la muerte para demostrar que lo que decía era verdad (1 Corintios 15.3-6).