El libro de Santiago, en el Nuevo Testamento (NT), nos muestra, en cinco breves capítulos, cómo vivir un cristianismo práctico o cómo demostrar ser un verdadero cristiano.
En tiempos de tanta confusión, donde al cristianismo ya le han hecho cualquier cosa en muchos ámbitos, más aún con el relativismo que entró a la Iglesia en general, donde tenemos “teologías” de todo tipo: “teología” de la prosperidad, “teología liberal” y la última y más aberrante de todas, la “teología” LGTBI, que busca avalar un estilo de vida moral-sexual absolutamente contrario a los dictados divinos, este libro nos encausa de vuelta a la verdad práctica del cristianismo.
Me parece muy práctico estudiarlo porque también nos enseña a vivir en medio de tribulación y persecución con una fe sólida y llena de frutos. A nivel mundial, el cristianismo es la religión más perseguida, por lejos, comparada con todas las demás. En Occidente, por ejemplo, es falsamente tildada y difamada como arcaica, retrógrada, discriminatoria y como la religión de los ignorantes y débiles y es brutalmente perseguida por su doctrina y valores morales.
En medio de un mundo así, el libro de Santiago salta como una luz, como un norte, como una voz de esperanza, coherencia, justicia y credibilidad. Sus enseñanzas tan prácticas, sólidas y llenas de autoridad tocan temas poco populares como la necesidad de controlar nuestras palabras, el no adular míseramente a los ricos y poderosos y la urgencia de mostrar nuestra fe más con los hechos que con las palabras.
El comentario sobre este libro de la Nueva Traducción Viviente (NTV) dice:
“Santiago refuta la noción de que ser cristiano equivale a simplemente aceptar unas cuantas verdades espirituales sin experimentar un cambio de conducta o de manera de pensar… Santiago confronta varios asuntos en los cuales el comportamiento debería de reflejar la fe cristiana. Analiza la soberbia, la discriminación, la avaricia, la lujuria, la hipocresía, la mundanalidad y la calumnia. Santiago usa varias analogías para mostrar de qué manera la fe se manifiesta en buenas obras. Por ejemplo, compara a los creyentes con árboles frutales que solo pueden dar frutos según su especie. El libro hace énfasis a las buenas obras, sirviendo así como una guía sumamente práctica para la vida cristiana”.
Como pastor, lo que me apasiona de este libro es que con respecto al intenso deseo de influencia en la sociedad que anhelan muchos creyentes, algunos dicen que tenemos que influenciar, ser sal y luz, ganar almas, liderar, inspirar, extender el reino de Dios, y todo esto está bien. La pregunta es: ¿cómo? Porque algunos creerán que todo lo que cité se logra teniendo un mensaje atractivo y elocuente, no confrontando con las verdades de la Palabra de Dios, llegando a alcanzar poder político. Pero la Biblia dice otra cosa.
Jesús dijo, en Mateo 5:13-16 donde habla de ser “sal y luz”, o sea, referentes e inspiradores, “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos” (versículo 16).
El verso es claro, no dice que el mundo glorificará a Dios por nuestra elocuencia o por el tamaño de nuestros edificios, o por salir en los medios o tener mucha participación en las redes, o por estar cerca de poderosos o candidatarnos para un cargo político (estas cosas en sí no están mal, lo que está mal es creer que esas cosas tienen el poder de extender el reino de Dios en el mundo). Jesús dijo: “Para que vean sus buenas obras y glorifiquen a Dios”. El mundo glorificará a Dios cuando vea en nosotros verdadero servicio, humildad, y carácter cristiano.
Eso enseña Santiago casi como ningún otro libro del NT. Leelo.