El conocimiento de Dios es fundamental para toda persona que dice creer en Dios. No existe tal cosa de creer nomás, sin un fundamento bíblico sólido, pues nuestro manual de fe y conducta es la Biblia. Mucha gente cree en Dios, pero no le cree a Dios, en el sentido de que cree que existe Dios, pero no cree en la Biblia. Esto es una terrible y peligrosa contradicción.
Uno puede decir que cree en Dios y, tal vez, sea muy sincero. Pero el tema no es solo “creer en Dios” sino en qué Dios creemos. Si hay un solo Dios, entonces cualquier Dios en quien creas, que no sea el verdadero Dios, es un error.
¿En qué Dios crees? Si me dices que es en el Dios de la Biblia, entonces deberías conocer, comprender y aceptar todo lo que ella dice de Dios. Por ejemplo, decir: “Creo en Dios, pero hay muchos caminos al cielo”, o decir: “Creo en Dios pero también en la reencarnación”, no es del Dios bíblico y caes en contradicción, ya que la Biblia afirma que hay un solo camino al cielo, Cristo (Jn 14.6) y que hay una resurrección, no una reencarnación. Entonces, ese Dios en quien dices creer no es el verdadero Dios, y no crees realmente en Dios, estás como un incrédulo. Si Dios existe, lo que Él diga tiene que ser la verdad. Y todo lo que lo contradiga tiene que ser mentira. Si la Biblia es la Palabra de Dios, todo lo que ella diga debe ser verdad y todo lo que la contradiga, tiene que ser una mentira.
En la Biblia encontramos historias de hombres, incluso líderes espirituales, que cayeron en terribles pecados por su falta de conocimiento de Dios (1 Samuel 2.12). Y es que la falta de conocimiento de Dios nos deja totalmente vulnerables a la entrada en nuestras vidas de todo tipo de mentiras paganas y engaños espirituales.
Eso es lo que ocurre en nuestro país. Su gran mayoría –algunos afirman que incluso llegaría al 90%– dice ser cristiana, pero esa fe no se ve reflejada en la sociedad. Una sociedad verdaderamente cristiana sería una solidaria, honesta, servicial, leal, trabajadora, comprometida, moralmente sólida, etc. Es así de sencillo.
Es por eso que hoy millones de personas irán a alguna iglesia, creyéndose cristianos, tal vez con una fe sincera, pero equivocada, no basada en la Palabra de Dios ni avalada por los frutos que todo verdadero cristiano debe llevar. Muchas veces ni siquiera encontrarán en sus congregaciones una enseñanza espiritual sana, que les lleve a conocer al verdadero Dios y vivir la vida digna que Él desea que vivan todos los que dicen creer en Él.
Sería honesto de nuestra parte poder decir como el apóstol Pablo: “Yo sé en quién he creído” (2 Ti 1.12). El saber en qué y en quién creemos implica conocimiento de lo que decimos creer, no una mera fe religiosa heredada, basada en la tradición y la ignorancia, antes que en la Palabra de Dios. Esto es un compromiso personal del cual no tendremos excusas, ya que biblias hay en todas partes y vivimos en medio de un Estado de derecho que nos da la total libertad de poseerlas, estudiarlas y enseñarlas.
Y así, cuando cada persona de manera individual empiece a conocer a Dios, su vida crecerá en libertad y dignidad, pues Jesús dijo a los que decían que habían creído en Él: “Si ustedes permanecen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, Juan 8.31.
Jesús dijo en Juan 17:3 que la vida eterna consiste en que conozcan a Dios y a Jesucristo. La Biblia es la fuente de la revelación de Dios, acudamos a esa fuente segura.