El Salmo 37.4 dice: «Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón». Jesús, en Mateo 6.33, nos insta a buscar «primeramente el Reino de Dios y su justicia» y las demás cosas nos vendrán por añadidura.
El apóstol Juan, en 1 Juan 5.14-15 dice que «si pedimos una cosa conforme a su voluntad, él nos oye» y que «sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho».
La gente se pregunta: «¿Por qué la Biblia dice que pidamos, si al fin y al cabo Dios nos dará solo lo que él quiere darnos?» Sienten una puja pesada entre estas dos verdades bíblicas.
El problema está en que la gente al leer estos versículos se centra en las añadiduras, no se centra justamente en el enfoque del versículo.
En el caso de Salmo 37.4, el enfoque está en «deléitate», no en «él concederá las peticiones de tu corazón».
En Mateo 6.33 el enfoque está en «buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia» no en «y las demás cosas os vendrán por añadidura».
Cuando uno se deleita en Dios y prioriza buscar su voluntad, su corazón empieza a anhelar lo que Dios anhela. Sus prioridades se vuelven menos carnales y egoístas, y más espirituales. Sus afanes y deseos ya no están tan centrados en tener cosas terrenales sino en buscar las cosas del cielo. Colosenses 3.2 dice: «Poned la mira en las cosas del cielo, no en las de la tierra».
Dios quiere darnos todo lo necesario como para llegar a ser maduros en la fe, llegar a tener su carácter, y para que esto ocurra Dios tiene que equiparnos espiritualmente. Esto no se logra con fuerza ni voluntad humana, porque viene de Dios.
Por ejemplo, Dios nos pide que le pidamos sabiduría y él asegura que nos la dará, y no solo eso sino que lo hará abundantemente (Santiago 1.5).
Dios tiene y desea darnos todas las bendiciones espirituales que pidamos. Está en su voluntad darnos todas estas bendiciones (Efesios 1.3).
En 1 Juan 5.14-15 dice que «si pedimos una cosa conforme a su voluntad, él nos oye» y que «sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho». Es seguro, no hay la más mínima duda. Si le pedimos a Dios que nos ayude a formar su carácter en nosotros, a hacer su voluntad, a que nos guíe, a que nos ayude a santificarnos, él sí o sí lo hará.
Lo que crea tanta puja entre Salmo 37.4 y 1 Juan 5.14 es el enfoque demasiado materialista que existe actualmente. La gente está muy enfocada en sus necesidades humanas y carnales; hasta incluso podemos decir que hay avaricia y codicia, y es a esto a lo que tanto énfasis se le da en este tiempo.
Por supuesto que Dios tiene cuidado también de lo material y de nuestras necesidades. Somos seres encarnados y tenemos necesidad de abrigo, techo, comida, etc. El problema, repito, es el excesivo consumismo que vive este mundo desde que inició la era industrial, especialmente en el siglo 20.
Para el cristiano actual es difícil ponerse en el lugar de aquellas sociedades antiguas, que eran mucho más sencillas, donde realmente las necesidades eran muy básicas, y las personas con poca cosa ya se sentían cubiertas, porque necesitaban menos.
En este último siglo, la vanidad ha inundado nuestros corazones. Queremos muchas más cosas de las que realmente necesitamos y, en la mayoría de los casos, la predicación se ha ajustado a esos deseos egoístas.
Estoy seguro de que los verdaderos hijos de Dios tienen cubiertas todas sus necesidades básicas. Aunque es verdad que muchos no tienen todas las mismas oportunidades laborales, no deja de ser verdad que la mayoría de nuestros problemas económicos son por nuestra falta de sabiduría en administrar las finanzas y por la codicia que nos hace desear, comprar y consumir más de lo que necesitamos, lo que conduce a quebrar económicamente.