El sistema que rige la sociedad actual quiere erradicar la palabra «pecado» de la conciencia colectiva de la gente. Esto no es solo un decir, es una realidad. El nuevo ateísmo alega que este concepto es meramente un invento de la religión judeo-cristiana y que solo tiene injerencia en el ámbito de la religión y que en realidad, como tal, no existe. Dicen que la moral, al no haber un Dios, es relativa y está solamente sujeta a la educación o cultura en que se crió la persona y, por lo tanto,es subjetiva y no es mala ni buena en sí misma, sino que depende de la conciencia de cada uno.
Ellos cuestionan todo de la Biblia, hasta lo que es intrínsecamente bueno en ella. Por ejemplo, la Biblia dice «no mentiras», pero para ellos la mentira no es pecado, es parte del instinto de supervivencia y un recurso evolutivo al que accede el hombre para sobrevivir, así como el egoísmo y la codicia, sin los cuales, según ellos, no podremos vivir ni superarnos.
Y así van a explicar el porqué de las guerras, la violencia, el robo, las violaciones, el tráfico de drogas, la pornografía infantil, la tortura, el asesinato, la estafa, la infidelidad conyugal, el abuso de menores, etc. Para ellos nada de esto es pecado y todo tiene una explicación razonable.
Cuando no hay parámetros, todo se vuelve relativo y la verdad absoluta, tan detestada y rechazada por esta sociedad posmoderna, desaparece y ya todo vale.
Solo con la existencia de valores morales absolutos el ser humano puede lograr una vida equilibrada y plena con acciones sociales justas que velen por el bienestar general. El relativismo es un sinsentido pues, al no haber parámetros,todo puede ser verdad, como todo puede ser mentira al mismo tiempo. Y esta filosofía que ha adoptado esta sociedad como un parámetro moral es tan engañoso que terminará destruyendo todo aquello que ha sido el fundamento de lo que se ha construido hasta hoy. G. K. Chesterton dijo: «Cuando los hombres dejan de creen en Dios, no es que ya no creen más nada, sino que ahora creen cualquier cosa».
La Biblia denuncia el pecado del hombre. El concepto de pecado se manifiesta a través de todas las Escrituras y constituye todo lo contrario al amor de Dios. Es un poder misterioso primordial que se opone por naturaleza a Dios y esclaviza al hombre. Sus efectos y manifestaciones son múltiples, así como las consecuencias trágicas del mismo. En el libro de Romanos (3.23) nos dice que no hay nadie que no esté contaminado por él, y que esto impide que podamos percibir a Dios tal como Él es. Es por eso que hay una enemistad intrínseca entre el hombre y Dios.
El mal que produce el pecado es una realidad en la raza humana. No hace falta nombrar todo el dolor, daño, violencia y muerte que siempre ha acompañado a la humanidad en este duro trajinar en la vida de este planeta.
Job decía: «El hombre nacido de mujer, corto de vida y hastiado de sinsabores» (Job 14.1), y esto es así por culpa del pecado. Indudablemente, por mucho que traten de minimizarlo, este concepto es una realidad y sus consecuencias son abrumadoras.
Jesús advirtió a los fariseos diciendo que «todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Jn 8.34). «Esclavo» se traduce de la palabra griega «doulos», que significa «esclavo encadenado» y alude a la más abyecta y denigrante servidumbre. Y como nadie escapa de pecar, todos los seres humanos nacen en esa condición de esclavitud y muerte espiritual.
Hay una invitación para aquellos que están cansados de todo esto. Jesús dijo: «Venid a mí todos lo que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar» (Mt 11.28). El único escape que tenemos a esta esclavitud.