EEUU, indudablemente, es la nación más influyente de Occidente y del mundo entero. No solo por el poder e injerencia política a nivel mundial ni por el ejército más poderoso del mundo, sino más bien por su cultura, que se expande alrededor del globo a través de su música, publicidades y, fundamentalmente, películas. Sin duda alguna, Hollywood y sus estrellas son los artistas más conocidos e influyentes en todo el planeta.
Son ellos los que marcan las pautas de moda de las nuevas generaciones, más que ningún otro sector (de seguro la música está, posiblemente, a la par junto con las distintas redes sociales), y sus valores, criterios, agendas, pensamientos, filosofías de vida, etc, impregnan todo lo que hacen no sin querer, sino adrede, y de una manera bien pensada.
Se está viendo desde la década de los sesenta, aproximadamente, un cambio cultural significativo y que, aparentemente, está alcanzando su cenit a casi dos décadas de haber empezado el siglo veintiuno. Los cambios sociales que estamos experimentando son más notorios y, hasta diría, los más traumáticos de los últimos tiempos.
Nos están vendiendo (sí, vendiendo, porque nada hacen gratis o desinteresadamente) una falsa idea de libertad y disfrute de la vida. Sus películas, sus músicas, sus publicidades nos dan mensajes como: “En ti está el poder”, “disfruta sin restricciones”, “libérate a ti mismo”, “marca tus propias pautas”, etc. Y para que esto sea una realidad proponen disociarnos de toda autoridad, ya sea esta humana o espiritual. Proponen desligarse de la fe y la religión, que siempre “coartan” libertades; de Dios, de profesores, de padres y de cualquiera que ose regular sus apetitos o molestar sus deseos.
El mensaje es claro: “Te traemos la fórmula de la libertad, el disfrute y la plenitud”. Pero, haciendo una mirada menos superficial de lo que nos ofrecen como belleza, diversión, lujos, desenfrenos, etc, nos daremos cuenta de que hay una miseria que, así como los cambios culturales que están haciendo, nunca se vio en otra etapa de la historia.
J. McArthur recoge estos datos sobre la sociedad norteamericana en su libro “Cómo ser Padres Cristianos Exitosos” (pág. 103) y se pregunta: “¿Hay acaso motivo para sorprenderse de que diez millones de niños padezcan actualmente de enfermedades venéreas, con cinco mil más que contraen enfermedades de transmisión sexual cada día? ¿Es acaso motivo de sorpresa que uno de cada cinco adolescentes use drogas con regularidad? ¿Nos sorprende de veras que casi un millón de mujeres jóvenes en las calles de los EEUU comenzaron a actuar como prostitutas antes de los dieciséis años? Entre siete y catorce millones de niños buscan cada año ayuda en consultorios psiquiátricos. Tiroteos en las escuelas, adolescentes que abortan, entre otras cosas, son situaciones cotidianas en nuestra sociedad”.
Pero todo esto no es una casualidad. En promedio, un niño pasa treinta horas semanales frente al televisor o la computadora y para antes de graduarse en el colegio ya tendrá más de veinte mil horas de televisión que les ofrece rebeldía, violencia, promiscuidad, perversiones, vocabulario soez, desapego de la familia, desobediencia a los padres, etc. Esto tan solo es el resultado de la mentirosa propuesta de esta sociedad y este sistema posmoderno, relativista, mentiroso y enemigo de Dios.
Que no te engañen, papá y mamá, porque si te engañan a vos, engañarán a tus hijos y así crecerá otra generación que recogerá y aumentará las miserias que ya tiene esta.
C.K. Chesterton dijo: “A cada generación la salva un grupo de personas que no estuvo dispuesto a seguir lo que la moda del momento le proponía”.