En el libro de Josué 1.1-9 encontramos uno de los pasajes más alentadores y desafiantes de toda la Escritura. Allí se relata la consagración del nuevo líder del pueblo de Israel en la conquista de Canaán, luego de la muerte de Moisés, quien les había librado de Egipto y conducido por el desierto durante 40 años.
Moisés había muerto (verso 2). Con estas palabras, Dios estaba diciendo que pasaban a una nueva etapa. Lo pasado hay que dejarlo atrás, por bueno que haya sido, más aún si no lo fue. Si fue bueno, debemos dejarlo atrás para no aburguesarnos; si fueron cosas malas, para no amargarnos. Dios hizo a Josué las mismas promesas que le dio a Moisés: “Como estuve con Moisés estaré contigo” (verso 5).
Las etapas pasan, las personas pasan, las promesas de Dios quedan, y a ellas tenemos que aferrarnos más que a las circunstancias.
Dios nos dice hoy: El 2019 ha muerto, pasen a una nueva etapa de luchas y victorias y, como estuve con ustedes en el 2019, estaré de vuelta en el 2020 y hasta el fin de sus días.
En Josué 1.3-5, Dios hace a Josué la misma promesa que hizo a Moisés en Deuteronomio 11.24. La tierra que Dios le daría sería una tierra bendecida (11.11-12): “Jehová tu Dios cuida… desde principios de año hasta el fin”. Si hoy estamos acá es porque Dios nos ha cuidado y no ha quitado su mirada de nosotros. Como suelo decir, la mayor bendición no es solo terminar el año sano o con más dinero o con trabajo o con la familia unida; la mayor bendición es terminar el año con nuestra fe viva, más allá de las luchas que hayamos tenido. Claro que la salud, la provisión y la familia son bendiciones, pero son también añadiduras. Lo más importante es la fe, la salvación. Jesús había dicho, en Mateo 6.33, que busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia, que es Cristo, y lo demás vendrá por añadidura. Y si tenemos que buscar el centro de nuestra fe como prioridad y lo demás viene solo, así también nuestro centro de gratitud y riqueza es nuestra fe en Él, más que las añadiduras. Si tu fe sigue viva, no importan todo los problemas que tengas o las metas que no alcanzaste, la peor desgracia es perder la fe y, si la tienes viva, es tu mayor bendición.
Dios nos cuidó el año que pasó. Muchos enfrentaron problemas graves y lo superaron. Lo superaron porque desde el cielo Dios ordenó al problema que se alejara de nosotros, ya sea un problema matrimonial, familiar, de salud, económico o cualquiera otro. Podrías decir que esos problemas se solucionaron porque supiste enfrentarlos o tuviste la capacidad de vencerlos, pero la verdad es que Dios intervino en su gracia, Dios te dio determinación, fuerza, valentía, fe y sabiduría para superarlos.
Dios está en control de todo. Sigue orando y caminando, sé humilde, no te enojes, entrega a Dios todo y Él tendrá cuidado de ti.
En Josué 1.5 encontramos una promesa que no era solo para Josué, era para todo aquel que confiara en Él: “Nadie te podrá hacer frente… no te dejaré ni te desampararé”. En Hebreos 13.5 encontramos la misma promesa para todos los creyentes. Pero cuando Dios dice a Josué que estaría con él, no le estaba diciendo que no haga nada, sino que se “esforzara y fuera valiente” (verso 6).
Las promesas de Dios son como espadas que hay que usar. Es como que a un ejército se le diera espadas para pelear, pero los soldados dejaran las espadas en sus manos, sin hacer nada; por supuesto que el enemigo los derrotará. Las promesas de Dios son para darnos seguridad en nuestras batallas. Hay que accionar, hay que esforzarse, hay que pelear. Dios es la fuente y la garantía, y el ser humano, en fe, actúa sobre esas promesas.